Ya a la venta el número 57 de Scifiworld, con un resumen escrito por un servidor de lo que dio de sí el Festival internacional de cine de Gijón. Este es un extracto del artículo, en el que me centro en "Ernest & Célestine", quizás la mejor película que se pudo ver a lo largo de todo el festival:
Injustamente olvidada entre las premiadas de la sección Animaficx,
“Ernest & Célestine” constituye un estupendo film de animación por
varios motivos. Lo que llama la atención de esta adaptación de los
libros de Gabrielle Vincent, principalmente, es que resulta de verdad respetuosa con cierta tradición del cine mudo cómico y de
la animación (y al mismo tiempo, con la de las ilustraciones de los
libros de Vincent), sin ser nunca imitativa desde una postura
posmoderna. Para muchos de sus gags, “Ernest & Célestine” se sirve
del plano general, de los planos largos y los “two-shots” de un modo que
hacía tiempo que no se veía; no sólo eso, sino que existe en el film
una tendencia a la economía de recursos (de gestos, de movimientos, de
poses) y a dotar de importancia a la mirada de los personajes y la
relación de estos con el espacio que recuerda al modo en el que Chuck
Jones, el titán de la animación, empleaba estos elementos. Por lo tanto,
“Ernest & Célestine” se distancia del acercamiento ruidoso,
agresivo y falaz a los clásicos (Avery, Jones…) de productos como “Hotel
Transylvania”, que pretenden evocar los “cartoons” de la Warner
mediante un lenguaje en el fondo antagónico. He ahí dónde reside uno de
los valores del film que nos ocupa: en que retoma el legado de
la mejor comedia y el mejor “cartoon” y emplea con naturalidad su
lenguaje; el lenguaje del contenido del plano, de la relación del actor con el espacio y del cuidado en la preparación del gag.
Que
esta historia entre la amistad entre un oso y una ratoncita (!) se
erigiese en una de las propuestas más interesantes del año a nivel
formal, debería dar que pensar ante el exceso de planos-contraplanos,
cámara en mano y, sobre todo, travellings que siguen a los personajes
(tipo “Elephant”, para entendernos) que abundaron en las propuestas de
la sección oficial (de hecho, durante el festival reconfortaba cuando un
film no contaba con uno de esos travellings de seguimiento). “Ernest
& Célestine”, que tiene algo con el cine de Miyazaki por su
capacidad de hacernos viajar de un modo honesto, sin coartadas
coyunturales, a la infancia, a la inocencia, cuenta, de un modo poco
afectado y aparentemente dulce, una historia de subversión: la mentada
relación entre una ratita a la que le encanta pintar (en vez de recoger
dientes, supuesta base de la civilización ratonil) y un oso algo tunante
(amistad en principio imposible, pues los osos devoran a los ratones,
según lo que se dice en el mundo subterráneo de estos últimos); esta
amistad nos retrotrae al cine de Chaplin, especialmente por el personaje
del oso Ernest, el modo de visualizar su hambre y los (des)encuentros
de éste con la ley (los personajes se esconden durante un buen tramo de
metraje en la cabaña de Ernest, como si se tratase de un “film noir” de
los años 40); también ahí el film recoge parte del acervo del cine mudo
sin resultar simplemente referencial o imitativo. La película tampoco
tiene miedo a agradecidas pinceladas que, en armonía con los cortos de
los animadores del “Termite Terrace”, van más allá de la supuesta lógica
realista. Una delicia.
domingo, 23 de diciembre de 2012
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